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Julio, fui tan abajo. Pero no hay fondo.
Mi casa está llena de cuartos vacíos con fantasmas de gente que solía conocer,
las manchas y los hoyos de las paredes son tan parte de mí como los dedos con los que escribo.
Cada esquina es un pequeño pueblo que guarda polvo y recuerdos.
Acumulo sombras y procuro mantener las cortinas cerradas, los rayos de luz me siguen pero soy demasiado rápido para ellos.
Estos días prefiero el aislamiento de una conexión con millones, vivo mi vida en HD y a través de hipervínculos.
Pero creo que empiezo a desdibujar aquellos recuerdos a los que me aferraba,
trazarlos sería un buen ejercicio para tener una bitácora de lo acontecido
o un recuerdo de aquellos montones de polvo, pero la tinta de mi pluma se ha secado por el abandono.
Uno de esos días me levanto por el picazón de mis ojos al ver el monitor y por casualidad abro un libro viejo y abandonado, el cual lee, “Julio, fui tan abajo. Pero no hay fondo”. Es peculiar el efecto de la palabra escrita, a veces resuena como dinamita y otras veces son un fósforo prendido un instante y apagado el siguiente…
Querida, creo que hoy me levantaré de cama e iré a dar un paseo y tal vez visitaré a algún amigo.
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2. |
Pies en el asfalto
11:54
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Había una vez una niña,
su mente era un hormiguero
era picada y mordída, día y noche
su cuerpo era algo similar,
como un cadáver comido por el sol
varado y pudriéndose
El cuarto oscuro que habitaba era su único amigo
pero creció de una forma grotesca hasta consumirla
ventanas como dientes y la puerta como un teléfono inteligente
le susurraba, -no te vayas,
acostada boca abajo, le respondía... -siempre seré tuya
Una noche por una grieta entró un ratón o un rayo de luna,
quien sabrá con certeza, se detuvo sobre uno de los brazos del sofá
la niña le pidió que se quedara pero respondió, -no puedo
-te puedo ofrecer cena o una almohada
pero dijo...-ojalá algún día te percates y se fue
Años después la niña se dio cuenta
de las cadenas que la ataban (tan sutiles como telarañas)
Oxidadas por el tiempo y la brisa del mar
Hizo un último esfuerzo y las quebró,
le recordó a algún otoño donde las hojas sucumbieron de la misma forma
La casa le dijo, -no te vayas, nadie te amará como yo…
ella no tuvo que hacer mucho esfuerzo,
las ventanas rotas y la puerta carcomida cedieron fácilmente,
en ese momento sintió que encarnaba a la entropía
Afuera, las estrellas brillaban y aplaudían
los carros bailaban y el asfalto debajo de sus pies fue lo mejor que jamás sintió
entre las hojas de los árboles entraban rayos de luz que iluminaban su cara.
No sabía que significaba pero sabía que era lo más importante jamás acontecido
(como la implosión de una estrella que nadie conoció)
las lágrimas fluyeron y agradeció a un gato que de casualidad pasaba por allí
Caminó hasta que sus pies le pidieron que parara y paró
se sentó y vio a las olas llegar e irse,
sintió ganas de hacer un castillo de arena y lo hizo
mientras la marea chocaba contra un rompeolas
El faro la iluminaba y aun cuando seguía con su ciclo, ella seguía brillando.
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